29 abril, 2024

Destellos de luz y esperanza para una pequeña comunidad rural en Haití

A pesar de los años de agitación política, el terremoto de 2010 y la pandemia del Covid-19, los niños de una comunidad rural, a 16 kilómetros al sur de Cap-Haïtien, no pierden la fe y gracias al apoyo de una escuela católica pueden asistir a clases desde el jardín de infancia hasta el 13º grado, así como a una nueva escuela de formación profesional.

Se trata de la escuela St. Marc, creada a instancias de la organización católica Hands for Haiti, en Tremessee, en las zonas rurales del norte de la isla caribeña, con el objetivo de ayudar a los alumnos y a sus familias a construir y esperar un futuro mejor.

«De lo que soy testigo cuando visito la comunidad de Tremessee es de encontrarme con un pueblo materialmente pobre pero espiritualmente rico y que irradia una alegría sencilla», afirma Daren Bitter diácono de la parroquia de San Mateo, misionero en Haití. «En las comunidades de la escuela St. Marc y del orfanato de los Misioneros de los Pobres a las que servimos, los niños están sanos porque tienen comida y un techo donde vivir, tienen acceso a la educación y a la medicina; fuera de las comunidades a las que apoyamos, por desgracia esto no es así», subraya.

El 15 de septiembre pasado, cientos de personas de la comunidad de Tremessee, entre ellas líderes religiosos locales, socios comunitarios, profesores, personal y estudiantes, participaron en la inauguración de diez nuevas aulas de primaria/secundaria y seis nuevas aulas de formación profesional que ofrecerán programas de agricultura, carpintería, herrería, soldadura y albañilería, además del programa de costura existente.

El arzobispo de Cap-Haïtien, Launay Saturné, que no pudo asistir a la celebración, ha expresado su estima y agradecimiento: «Me gustaría agradecer a Hands for Haiti todo el trabajo que ha realizado para ayudar a crear un magnífico campus católico para escuelas primarias, secundarias y de formación profesional en Tremessee. El impacto es muy positivo para toda la comunidad», ha declarado el prelado.

El diácono Bitter se ha hecho eco de este sentimiento: «Las repercusiones a largo plazo serán enormes. A corto plazo, ha aportado un mayor sentido de comunidad y orgullo, y ha profundizado definitivamente las raíces de la fe católica en esta zona. No se trata sólo de educación y oportunidades, sino de dar esperanza».

En la escuela, dirigida desde 2017 por el padre Leon Sejour, haitiano de la arquidiócesis de Cabo Haitiano, trabajan unos 60 haitianos a tiempo completo o parcial como educadores, cocineros, personal de seguridad y mantenimiento.

Durante el verano pasado, se han graduado los alumnos de la primera generación de Saint Marc y este otoño se ha inaugurado una nueva escuela de formación profesional. «Los alumnos están recibiendo ahora también formación en la fe y las familias se han acercado a la celebración de los sacramentos».

Haití es el país más pobre del continente americano, con 12,2 millones de habitantes que desde hace décadas siguen sufriendo la violencia y una creciente inseguridad alimentaria agravada por las bandas armadas que bloquean las rutas de abastecimiento.

Crédito de la nota: Agencia Fides.