10 diciembre, 2024

Los niños de la calle encuentran dignidad, acogida y amor en el Hogar del tío Gilles

Gilles es un periodista nigerino que pasa la mayor parte de su tiempo con niños y jóvenes víctimas de la violencia y que viven en las calle de la capital de Níger. Les ofrece un hogar y un mejor futuro.

«Con los niños de la calle que he encontrado en Niamey, hemos organizado una campaña de limpieza en un campo cercano a nuestra casa», explica Gilles, un periodista nigerino que pasa la mayor parte de su tiempo con estas jóvenes víctimas de la capital de Níger. «Con utensilios y rastrillos para cortar, recoger, barrer y quemar los residuos, hemos trabajado durante un par de días. En estos dos días, los jóvenes trabajadores se han sentido útiles e importantes para ellos mismos y para la sociedad, olvidando al menos temporalmente, la violencia que han sufrido, y dejando de tener que robar comida para alimentarse», continúa Gilles, que fundó hace 15 años el «Foyer tonton Gilles» (Hogar del tío Gilles) en Niamey.

El hogar alberga ahora a unos 15 jóvenes, de entre 4 y 20 años. Son niños con años de sufrimiento y violencia a sus espaldas, que han pasado su vida en las calles de Niamey, sin refugio ni seguridad, abandonados a su suerte. Llegaron a la capital en busca de fortuna. «Este último grupo lleva un mes en casa con nosotros – dice Gilles, que ha organizado la casa con su mujer y sus hijos -. Nos acercamos a ellos varias veces antes de que decidieran unirse a nosotros. Tras dejar la calle decidieron volver con sus familias para olvidar el calvario vivido en la ciudad, lejos de sus seres queridos, durante años. Desde hace quince días, también hay malienses, emigrantes que huyen de la guerra, que han prometido llevar a sus madres lo que les han pagado por su trabajo».

Viven en una casa alquilada, en condiciones bastante difíciles pero dignas, y forman una familia muy heterogénea. Gilles, con su sueldo y las donaciones de algunos benefactores, dedica toda su vida a estos niños, víctimas de la violencia de la guerra, de la familia, de la sociedad o de la explotación. Él mismo tuvo una experiencia similar; su padre le pegaba casi todos los días y por eso se escapó cuando sólo tenía trece años. Casi todas las tardes visita a los niños de la calle de la ciudad, los conoce, los saluda, charla con ellos de mil cosas, los ayuda y suele ser su defensor y abogado ante la policía. Muchos de los jóvenes que han pasado por el centro han encontrado un lugar en la sociedad, un trabajo, se han casado, se han independizado. Gilles los define como su orgullo.

Crédito de la nota: Agencia Fides.