La más pobre entre los pobres, santa Teresa de Calcuta, cuyo nombre era Anjëzë Gonxhe Bojaxhiu, moría pocos días después de su cumpleaños 87 en la India. Era el 5 de septiembre de 1997 y dejaba al mundo entero emocionado, con cinco mil hermanas de la congregación de las Misioneras de la Caridad y cuatrocientos conventos activos al servicio de los últimos entre los últimos, en todos los continentes.
Hoy, día de su memoria litúrgica, en Calcuta, donde las misioneras tienen diecinueve casas, la celebración es grande y se acompaña con la inauguración de una nueva estructura para niños de la calle en la céntrica Park Street. También se abrirán las puertas para la misa y el homenaje ante la tumba de la santa, mientras que en todo el país habrá ceremonias para recordarla.
En Pristina, Kosovo, las ceremonias incluirán también el quinto aniversario de la consagración del nuevo Santuario dedicado a santa Teresa de Calcuta en una tierra que la ama, ya que sus padres eran kosovares y la joven Aniezë se sintió llamada al servicio de los pobres.
La Madre Teresa, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979, proclamada beata por san Juan Pablo II en el 2003 y canonizada por Francisco el 4 de septiembre de 2016, sigue siendo llamada «Madre» en la actualidad. De ella dice la hermana Mary Joseph, superiora general de la orden desde principios de este año:
«Seguimos con el legado de la Madre, ofreciendo gratuitamente todo el bien que podemos».
Así la conocían en la India y así la recuerda quien estuvo cerca de ella durante más de veinte años, el padre Brian Kolodiejchuk, de los Hermanos Misioneros de la Caridad, postulador de la causa de canonización de la Madre Teresa de Calcuta:
«Cuando se examina toda su vida, la Madre Teresa parece una figura extraordinaria, y en algunos aspectos lo es. ¿Quién habría fundado una congregación con miles de religiosas? Fue una gran “administradora delegada”, por haber organizado todo esto y hacer que funcionara. Fue algo realmente extraordinario. Solía decir: “No intento tener éxito, sino ser fiel”».
«Pero luego tuvo mucho éxito. Una vez estuvimos aquí, en Roma, en una sacristía. Recuerdo que dijo: “A la gente le gusta ver este compromiso”, hablando de ella misma y de toda la atención que recibía. Así que ella sabía que era un ejemplo. Pero no se le subió a la cabeza. Creo que una de sus grandes virtudes era la humildad. Luego, por supuesto, están la caridad y la fe».
«Conmigo fue verdaderamente maternal. Una madre. Recuerdo que en el período de su canonización concedí una entrevista a una emisora de radio y televisión de los Estados Unidos. Me hicieron la pregunta: “¿Cómo fue tu experiencia con ella?”. Y puse algunos ejemplos, como cuando en Nueva York fuimos a recogerla al aeropuerto. Venía de Roma y entrábamos en el convento. Después de unos minutos nos sentábamos en el salón e inmediatamente salía la Madre Teresa con una bandeja con galletas, café y té. Luego apoyaba la bandeja y nos daba una taza a cada uno. Éramos tres. Como una madre. Ella quería ser madre».
«En una de sus primeras cartas de los años sesenta dirigida a un arzobispo, le escribió:
“El título de superiora general no significa nada para mí. Quiero ser madre”».
«Tenía un gran corazón, un corazón de madre. Cualquiera que la haya encontrado personalmente, aunque fuera una sola vez, la llamaba “madre”. Era verdaderamente maternal. Una madre de verdad».
La madre santa Teresa afirmó:
«Nunca pensé que podría cambiar el mundo. Sólo intenté ser una gota de agua limpia en la que se reflejara el amor de Dios».
Crédito de la nota: Vatican News.
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