La diócesis de Wabag está situada en lo que se conoce como las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, el país que ocupa la mitad oriental de la isla. Aquí, la gente vive del cultivo de la tierra. La Iglesia lleva adelante una impresionante labor puesto que, a la mayor parte de las decenas y decenas de aldeas que pueblan esta zona, apenas llegan los servicios del Estado. Y aunque la mayoría de las parroquias están situadas en remotas montañas y valles, que es donde está la gente hace todo lo posible por proveer a todos de educación y sanidad a través de las muchas escuelas que gestiona de forma conjunta la Catholic Education Agency.
Las Obras Misionales Pontificias, gracias al Domund, respaldan a esta diócesis de Wabag con un subsidio ordinario cada año, de 33 mil euros (alrededor de 654 mil pesos mexicanos), destinados a sus gastos más básicos del día a día y, según se va necesitando, colabora en la construcción de parroquias. En el 2022 se ayudó a tres: Lyamba, Keas y Akullia. Lugares difíciles de situar incluso con un mapa de internet.
Además de estas ayudas, desde Wabag agradecen, tanto su obispo, Mons. Arnold Orowae, como las 22 religiosas de la diócesis, los 8 mil euros (cerca de 159 mil pesos mexicanos) enviados por Infancia Misionera para la formación cristiana de los niños. No es fácil, porque para recibir una simple catequesis, los niños tienen que desplazarse desde sus remotos hogares. La mayoría de estos pequeños nunca abandonan sus aldeas, salvo para estos retiros y días de catequesis en el que las religiosas intentan «concentrar» las catequesis y las actividades de formación cristiana. Son actividades que en una parroquia normal del resto del mundo se llevarían a cabo sin más problemas, por ejemplo, al salir de clase o una tarde entre semana.
En el 2022 fueron 4 mil 68 los niños que asistieron a estas «escapadas catequéticas», retiros y momentos de oración. Aprenden a rezar, y a vivir la vida cristiana a través de la liturgia y los sacramentos. Hacen realidad además la máxima de Infancia Misionera, «los niños ayudan a los niños», que no es sino el reflejo del amor al prójimo que debe inculcar la vida de todo cristiano. Se cuida por ello, de manera especial, a los niños discapacitados, huérfanos o con más dificultades.
Mons. Arnold ha escrito una carta para agradecer a niños y mayores el apoyo que ha recibido desde las Obras Misionales Pontificias, gracias a la campaña de Infancia Misionera. Explica que, a través de estas actividades «los niños experimentan algo nuevo en su vida y todos están alegres y se lo pasan muy bien», mientras conocen a Jesús, que es lo importante. Además, cuando vuelven a sus hogares, son ellos los que evangelizan a sus familias, y se convierten en pequeños misioneros.
Crédito de la nota: OMPRESS.
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