29 abril, 2024

Alabar a Dios a través de la música –Dios, djembe y yo–

Esta etapa de formación se llama postulantado, porque soy candidato a formar parte de los Misioneros Combonianos. Estudiamos Filosofía, hacemos oración, asistimos a misa los viernes y domingos. En San Francisco del Rincón, Guanajuato, los seminaristas tocamos y cantamos en la misa. Dentro del coro, yo soy el «percusionista», porque toco el tambor africano llamado djembe.

Por: Hugo Brizuela, postulante comboniano

Aprendí a tocar este tipo de instrumentos (tambores, shakers, etcétera) hace cuatro años, cuando aún no ingresaba al seminario. Fue muy difícil para mí, pues el profesor no era muy agradable, por eso decidí abandonar las clases; en esos momentos sentía que lo que había aprendido no me iba a servir para nada, pero sucedió lo contrario. Lo que aprendí de música me permitió vivir con más alegría todas las misas a las que iba, especialmente los cantos.

Cuando entré al seminario vi el djembe y, prácticamente, fue «amor a primera vista», me emocioné tanto que de inmediato empecé a desempolvar lo que había aprendido. Fue difícil, pues sólo sabía percusiones de dos tambores, y éste es de uno solo, así que tenía que aprender solamente en un tambor lo que se hace en dos.

Regularmente nos preguntan, ¿tú de qué forma alabas a Dios? Y solemos responder que no sabemos o que rezando, pero hay formas tan grandiosas de hacerlo. Yo no me daba cuenta, pero cada vez que toco el djembe en las misas, siento una inmensa alegría, literalmente me desconecto del exterior y sólo somos Dios, el djembe y yo. Después de cada misa, termino con un gran dolor en las manos, pero en el momento de tocar ni siquiera lo percibo.

He vivido grandes momentos tocando el djembe: en la verbena misionera del seminario de «San Pancho»; en la primera profesión religiosa de ocho hermanos en el noviciado de Xochimilco; en los 50 años de ordenación sacerdotal del misionero Crisóforo Contreras; en una misa del novenario a san Francisco de Asís en el postulantado; en la clausura del año jubilar de los 75 años de presencia comboniana en México, tanto en la Basílica de Guadalupe, como en el noviciado de Xochimilco. He sentido que se respira un gran ambiente de alegría por ser combonianos, pero con todo el pueblo, se siente gran alegría por estar alabando a Dios.

Por eso, amigos y amigas aguilectores, los invito a despertar ese sentimiento de la música en su interior, les aseguro que las misas se viven muy felices, pues te haces uno solo con la música para alabar a Dios. Si sabes tocar algún instrumento, no tengas miedo de participar en el coro de la iglesia a la que acudes; aprende a tocar cantos, principalmente rítmicos, para que se te haga más chido.

Si no sabes tocar algún instrumento, anímate a aprender. Te recomiendo cualquier tipo de percusión, porque se siente mayor alegría al tocarlos. Puedes empezar con las maracas, y después, sin temor, tocar la guitarra, batería, bajo, etcétera; pero asegúrate de que te sientas feliz, porque la forma más sencilla de alabar a Dios es haciendo tus labores y hobbies alegremente, y si haces música con alegría, ésta se transmite a quien te escucha.

Me despido, aguilectores, deseándoles que sean muy felices. Recuerden que con música y alegría es muy sencillo alabar a Dios. Hasta la próxima.